George Wein, pianista, productor y empresario de referencia en el mundo del jazz
IMA SANCHÍS, 25 de mayo de 2010 - LA CONTRA - LA VANGUARDIA
Tengo 84 años. Nací en Boston y vivo en Nueva York. Estoy viudo, tengo novia. Estoy a favor de la libertad de pensamiento. Ningún gobierno debe decirnos cómo vivir. Soy partidario de Obama. Nací judío y estoy orgulloso, pero no voy a la sinagoga, no creo en las religiones.
¿Cuál ha sido el día más feliz de su vida?
Todos los días de los 46 años que estuve casado con mi esposa. La decisión de mi vida.
Y eso que parecía una elección problemática...
Sí, por el hecho de casarnos, ella negra y yo blanco, nos podían meter en prisión en 25 estados de Norteamérica. Pero no soy un rebelde, pienso que tengo derecho a vivir la vida a mi manera y que se me respete.
¿Qué opinó su familia?
Que esa decisión podía arruinarme la vida. Acabaron amándola locamente.
¿Ha vivido el racismo?
Descubrí el antisemitismo en el ejército. Pero Joyce y yo solo estábamos interesados en nuestros amigos, no en nuestros enemigos.
¿Y en el mundo del jazz?
Hubo un resentimiento natural por el hecho de que yo era un productor judío blanco y ellos músicos afroamericanos que tenían que vivir del dinero que yo les pagaba. Pero a medida que me ganaba su confianza, ese resentimiento fue desapareciendo.
¿No tuvo problemas en el sur?
Pese a que transgredía las normas, por dedicarme a la música negra y a mi matrimonio mixto, acabaron dándome las llaves de muchas ciudades del sur, las mismas que años atrás me hubieran metido en prisión.
¿Cómo vivió el nazismo?
Durante la guerra serví en Europa, cuando cayó Hitler estaba en Alemania. Odié cada minuto que estuve en el ejército, pero cuando terminó me sentí satisfecho de haber pasado por todo ello, porque allí todos éramos iguales. No hacer distinciones entre las personas por su posición social, su origen o su raza me ha servido el resto de mi vida.
Imagino que durante la guerra debió pasar por momentos muy tristes.
Lo más triste de toda mi vida ha sido la muerte de mi mujer. Y soy muy afortunado, porque ahora tengo una compañera que viaja conmigo. Siempre he sido un superviviente. No me canso de repetir que no importan cuán mal vayan las cosas, hay que tener esperanza. Yo me he arruinado muchas veces.
¿Qué ha sido lo difícil?
Darme cuenta de que no era tan inteligente como pensaba. Fue entonces cuando empecé a crecer y a respetar a los otros.
¿Cuál ha sido su objetivo?
Precisamente el respeto. Una mujer decente no se casaba con un músico de jazz, y yo era hijo de un médico de clase media.
Es usted un hombre de ideas propias.
Y he acabado siendo muy feliz y consiguiendo el respeto que merecen el jazz. Mi familia siempre me apoyó, amaban la música.
¿Cuándo comenzó a sentirse seguro económicamente?
Cuando atraje el patrocinio a los festivales de jazz, a los 50 años. Pero me he gastado lo ganado montando giras por Europa para poder ir a buenos restaurantes.
Los músicos, ¿son difíciles de tratar?
Durante la lucha por los derechos civiles, los músicos jóvenes como Miles Davis y Max Roach eran gente difícil y la única manera de trabajar con ellos era ganándote su confianza.
¿Cómo lo consiguió?
Lo primero que tienes que hacer para ganarte su respeto es pagarles (muchos promotores no lo hacían). Y has de ser tú mismo.
Todos los presidentes de EE. UU. le han invitado a la Casa Blanca.
He evitado a los republicanos. Lioner Hampton tenía que tocar en la Casa Blanca y yo organicé el concierto. Todo el mundo estaba en fila para saludar al presidente Ronald Reagan. Yo, como no quería saludarlo, me puse en la cola del bufet, y resultó que era la cola para saludar a Nancy Reagan.
La diplomacia es un don.
En los negocios siempre hay gente que quiere atacarte; cuando lo han hecho, mi reacción ha sido llamarles y proponerles hacer algo juntos. No sabían cómo reaccionar, los confundía y acababan convirtiéndose en mis amigos. Y eso es algo válido para todas las relaciones.
¿Tender la mano?
Cuando fui a Nueva Orleans por primera vez, en 1962, era una ciudad segregada. Me llamaron para que organizara el festival de jazz. Estuvimos tres horas intentando darle la vuelta a sus leyes, imposible, pero en ningún momento les dije lo estúpidos que eran manteniendo esas leyes racistas.
...
Dos años después se firmó la carta de los derechos civiles y me volvieron a llamar, pero entonces me dijeron que era un poco embarazoso para el alcalde que estuviera casado con un negra. Tampoco me enfadé.
… Dos años después volvieron a llamar. "Sigo casado con la misma mujer", les advertí. "Ahora ya está bien", dijeron, y creé el New Orleans Jazz and Heritage Festival, el festival más grande del mundo. Si me hubiera enfadado, no me hubieran vuelto a llamar.
Eso es inteligencia emocional.
¿Sabe lo que es el éxito?
¿...?
Tener 84 años y estar haciendo lo que hago. Estar aquí en Barcelona con usted que me está entrevistando porque se supone que soy un tipo interesante. Me estoy divirtiendo, no he venido aquí a ganar dinero.
¿Me está diciendo que el éxito no tiene nada que ver con el dinero?
El dinero es necesario, pero el verdadero éxito es ganarse el autorrespeto.