Mark Berger, supervisor de mezclas sonoras y montador, con cuatro Oscar de Hollywood
IMA SANCHÍS, 12 de noviembre de 2010 - LA CONTRA, LA VANGUARDIA
Tengo 67 años. Nací en San Francisco y vivo en Berkeley (California). Estoy casado desde hace 34 años y tenemos dos hijos. En EE.UU. hay una mala distribución de recursos: un 1% acapara el 80% de los recursos. Creo que Dios es una construcción del cerebro humano.
Licenciado en Cirugía Experimental.
Sí, abría cerebros de ratones.
Pues de eso al cine...
Puro azar. Para no ir a la guerra de Vietnam y para conocer mundo me apunté al programa Cuerpo de Paz: un servicio social alternativo en otro país para los graduados universitarios.
¿Le tocó hacer de operador de sonido?
Sí, en un programa de televisión educativa para niños en Colombia. Cuando después de dos años y medio volví a Los Ángeles para hacer mi posgrado, la vida académica me aburría, así que seguí haciendo de técnico de sonido en documentales.
¿Se le daba bien?
Tenía una capacidad innata, sabía cómo hacerlo. Es parte de mi ser, siempre he preferido escuchar que mirar.
¿Cómo tropezó con Coppola?
Eran los años 70 y en el Norte de California alrededor de Coppola se aglutinó toda una generación de cineastas (Saul Zaentz, George Lucas...) que estaban en contra de la gran industria de Hollywood y su manera de hacer y contar las cosas, querían ser libres. Me ofreció trabajar con él. El Padrino II fue mi primer largometraje.
¿De nuevo el azar?
Todo fue por estar en el sitio correcto, en el tiempo correcto, con los conocimientos correctos y tener una gran suerte.
... Previamente usted había dado un quiebro importante en su vida.
Pero a mí siempre me interesó el sonido. En casa no tuvimos televisión hasta mis 8 años, así que me metía en la cama con una radio enorme escondida bajo las sábanas para que mi madre no me descubriera.
Pues dicen que los niños que no duermen no crecen.
Ya ve que no es mi caso. Crecí y desarrollé la capacidad de formar imágenes en mi cabeza y responder emocionalmente a sonidos. Escuchaba novelas de cowboys: pasos, galopes, puertas que se cierran, puñetazos. Me metía en las historias a través del sonido, y ya no sé que vino primero, si el sonido o el sentimiento. Se desarrollaron juntos.
Acabó ganando cuatro Oscar.
Era la época dorada del sonido en el Norte de California. Para los directores de ese movimiento, tener su propio estudio de sonido era lo máximo, todos se lo construían.
¿Qué ha sido para usted lo importante?
Todos los momentos clave de mi vida han sido el resultado de seguir mi intuición y mi corazón. Cuando ingresé en el Cuerpo de Paz, los que me rodeaban me decían: "¿¡Porqué quieres tirar tu carrera por la borda!?".
Entiendo.
Ellos estaban pensando en una vida normal con etapas bien establecidas, pero yo quería hacer otra cosa y he tenido la suerte de descubrir mi talento y que el resto sepa apreciarlo, y por el camino he aprendido un montón de cosas.
Cuénteme.
Si lo tienes todo muy planificado, pierdes las oportunidades de cambio, de que la fortuna te visite: rumbos y personas nuevas. Siempre hay que estar atento y pillar las oportunidades al vuelo, fiarte de tu instinto aunque no sepas adónde va a llevarte.
Estamos aquí para conocer.
... Y conociendo, te conoces a ti mismo; enfrentándote a la incertidumbre descubres tus talentos, y eso es más importante que seguir un plan trazado. "Haced lo que os dé la gana", les digo a mis alumnos.
Arriesgado.
A veces, mezclando cometemos errores: un sonido más alto de lo previsto o que no debería estar, ¡y resulta que queda perfecto! Esa es otra regla de mi vida: no ejerzas tanto control como para no dejar espacio a lo inesperado. Si las cosas están más sueltas, menos rígidas, la creatividad puede expresarse. De los errores nacen nuevos caminos.
¿Alguna otra ley Berger?
Que el sentido del humor vale más que cualquier justificado mal humor. Lo que nos ocurre forma parte de nuestra vida: puedes responder con una actitud pesimista u optimista, pero debes ser consciente de que puedes elegir la respuesta.
¿Qué elige usted?
Con sentido del humor se puede pasar por la vida gozando de todo. Yo soy un optimista cínico: siempre creo que las cosas van a salir bien pero por las razones incorrectas.
¿Cuántas veces ve una película?
Cinco mil veces, y nunca voy a ver mis propias películas al cine porque siempre hay un altavoz que no funciona o el sonido está más ecualizado, y me duele mucho. A mis amigos, especialmente Susana, no les gusta ir al cine conmigo porque en cuanto empieza la película yo ya estoy tocando la puerta de la sala de proyección. ¿Pero sabe qué?
¿Qué?
Lo que merece la pena no es la película ni el sonido, sino trabajar con personas: el ambiente de creatividad, el movimiento de ideas, la interacción entre el director, los productores, los montadores. Manejar ese intercambio, mantener un clima de apertura en el que todos se sientan libres de hacer sugerencias, sin egos que dominen, es el 60% de mi trabajo.
Dígame, ¿por qué está tan alto el sonido en el cine?
Los multicines bajan el sonido para que en la sala de al lado no se oigan los tiros y, sabiéndolo, los directores, que quieren que el sonido se sienta en la barriga, hacen la mezcla más alta. Yo me llevo los tapones.
IMA SANCHÍS, 12 de noviembre de 2010 - LA CONTRA, LA VANGUARDIA
Tengo 67 años. Nací en San Francisco y vivo en Berkeley (California). Estoy casado desde hace 34 años y tenemos dos hijos. En EE.UU. hay una mala distribución de recursos: un 1% acapara el 80% de los recursos. Creo que Dios es una construcción del cerebro humano.
Licenciado en Cirugía Experimental.
Sí, abría cerebros de ratones.
Pues de eso al cine...
Puro azar. Para no ir a la guerra de Vietnam y para conocer mundo me apunté al programa Cuerpo de Paz: un servicio social alternativo en otro país para los graduados universitarios.
¿Le tocó hacer de operador de sonido?
Sí, en un programa de televisión educativa para niños en Colombia. Cuando después de dos años y medio volví a Los Ángeles para hacer mi posgrado, la vida académica me aburría, así que seguí haciendo de técnico de sonido en documentales.
¿Se le daba bien?
Tenía una capacidad innata, sabía cómo hacerlo. Es parte de mi ser, siempre he preferido escuchar que mirar.
¿Cómo tropezó con Coppola?
Eran los años 70 y en el Norte de California alrededor de Coppola se aglutinó toda una generación de cineastas (Saul Zaentz, George Lucas...) que estaban en contra de la gran industria de Hollywood y su manera de hacer y contar las cosas, querían ser libres. Me ofreció trabajar con él. El Padrino II fue mi primer largometraje.
¿De nuevo el azar?
Todo fue por estar en el sitio correcto, en el tiempo correcto, con los conocimientos correctos y tener una gran suerte.
... Previamente usted había dado un quiebro importante en su vida.
Pero a mí siempre me interesó el sonido. En casa no tuvimos televisión hasta mis 8 años, así que me metía en la cama con una radio enorme escondida bajo las sábanas para que mi madre no me descubriera.
Pues dicen que los niños que no duermen no crecen.
Ya ve que no es mi caso. Crecí y desarrollé la capacidad de formar imágenes en mi cabeza y responder emocionalmente a sonidos. Escuchaba novelas de cowboys: pasos, galopes, puertas que se cierran, puñetazos. Me metía en las historias a través del sonido, y ya no sé que vino primero, si el sonido o el sentimiento. Se desarrollaron juntos.
Acabó ganando cuatro Oscar.
Era la época dorada del sonido en el Norte de California. Para los directores de ese movimiento, tener su propio estudio de sonido era lo máximo, todos se lo construían.
¿Qué ha sido para usted lo importante?
Todos los momentos clave de mi vida han sido el resultado de seguir mi intuición y mi corazón. Cuando ingresé en el Cuerpo de Paz, los que me rodeaban me decían: "¿¡Porqué quieres tirar tu carrera por la borda!?".
Entiendo.
Ellos estaban pensando en una vida normal con etapas bien establecidas, pero yo quería hacer otra cosa y he tenido la suerte de descubrir mi talento y que el resto sepa apreciarlo, y por el camino he aprendido un montón de cosas.
Cuénteme.
Si lo tienes todo muy planificado, pierdes las oportunidades de cambio, de que la fortuna te visite: rumbos y personas nuevas. Siempre hay que estar atento y pillar las oportunidades al vuelo, fiarte de tu instinto aunque no sepas adónde va a llevarte.
Estamos aquí para conocer.
... Y conociendo, te conoces a ti mismo; enfrentándote a la incertidumbre descubres tus talentos, y eso es más importante que seguir un plan trazado. "Haced lo que os dé la gana", les digo a mis alumnos.
Arriesgado.
A veces, mezclando cometemos errores: un sonido más alto de lo previsto o que no debería estar, ¡y resulta que queda perfecto! Esa es otra regla de mi vida: no ejerzas tanto control como para no dejar espacio a lo inesperado. Si las cosas están más sueltas, menos rígidas, la creatividad puede expresarse. De los errores nacen nuevos caminos.
¿Alguna otra ley Berger?
Que el sentido del humor vale más que cualquier justificado mal humor. Lo que nos ocurre forma parte de nuestra vida: puedes responder con una actitud pesimista u optimista, pero debes ser consciente de que puedes elegir la respuesta.
¿Qué elige usted?
Con sentido del humor se puede pasar por la vida gozando de todo. Yo soy un optimista cínico: siempre creo que las cosas van a salir bien pero por las razones incorrectas.
¿Cuántas veces ve una película?
Cinco mil veces, y nunca voy a ver mis propias películas al cine porque siempre hay un altavoz que no funciona o el sonido está más ecualizado, y me duele mucho. A mis amigos, especialmente Susana, no les gusta ir al cine conmigo porque en cuanto empieza la película yo ya estoy tocando la puerta de la sala de proyección. ¿Pero sabe qué?
¿Qué?
Lo que merece la pena no es la película ni el sonido, sino trabajar con personas: el ambiente de creatividad, el movimiento de ideas, la interacción entre el director, los productores, los montadores. Manejar ese intercambio, mantener un clima de apertura en el que todos se sientan libres de hacer sugerencias, sin egos que dominen, es el 60% de mi trabajo.
Dígame, ¿por qué está tan alto el sonido en el cine?
Los multicines bajan el sonido para que en la sala de al lado no se oigan los tiros y, sabiéndolo, los directores, que quieren que el sonido se sienta en la barriga, hacen la mezcla más alta. Yo me llevo los tapones.