Totó la Momposina, cantante colombiana escapada de un relato de García Márquez
IMA SANCHÍS, 12 de mayo de 2010 - LA CONTRA - LA VANGUARDIA
Soy atemporal, una niña que tiene 9 nietos y 3 hijos. Nací en Talaigua, en la isla de Mompós, de ahí mi nombre, y vivo en Bogotá y en el mundo. Mi política es la música, con ella represento a mi país. Creemos que dirigimos la vida, pero somos conducidos, no se ve pero se siente
Todo tiene su propia melodía, lo vemos en el hombre y también en el universo: no hay dos estrellas iguales.
Caray.
Usted es Dios y yo también. Somos partícula exacta de la creación.
¿En su familia hay chamanes, santeros?
En Talaigua hay personas que manejan la sabiduría de la cotidianidad, el respeto al Sol y la Luna, a los cuatro elementos y a la madre naturaleza.
¿Y?
Que ahí está todo, incluido el significado de nuestra estadía aquí en la Tierra. Parece que tuviéramos el libre albedrío, pero no existe, las leyes del equilibrio nos manejan. Cuando uno se levanta, se pregunta: "¿Quién soy?, ¿qué estoy haciendo aquí?".
¿Eso se pregunta por las mañanas?
¡Claro!, ¿usted no?
Así como quien se lava los dientes, no.
Pues responder a eso tiene que ver con tu esencia, la que transita de reencarnación en reencarnación.
Cuente, cuente…
Hace cuarenta años fui por primera vez a Francia y supe que ya conocía aquel país. Fui al monasterio al que iba Carlomagno. Reconocí cada peldaño de su escalera, supe que había estado allí como niña. En la parte alta oí unos coros cantando.
¿Y?
"¡Qué bien cantan los monjes!", dije, pero no había monjes cantando; o sí, y simplemente no podíamos verlos. Y todo esto no tiene nada que ver con el chamanismo, sino con la sensibilidad profunda, porque si uno quiere puede ser un Dios, y si se pone, puede sanar, sólo hay que quitarse la maleza.
¿Qué es eso?
El egoísmo, la mentira, los malos pensamientos; hay que ponerse armónico con el universo, y eso se ve en la cara. Pero en este momento en el mundo todos estamos enfermos por las ansias de tener, cuando en realidad todos somos ricos: tenemos la vida.
¿Y usted ha sanado a alguien?
¡Claro que sí!, con la música. Cuando canto en Estados Unidos o en Europa, muchos colombianos descubren que no son de aquí, que son de allá, de un lugar donde a las cuatro de la mañana el sol resplandece, donde escupes una semilla y nace una planta.
Pleno corazón del realismo mágico.
Donde yo nací somos anfibios, cuando crece el río Magdalena se levantan las casas con estacas y nos movemos con canoas. Todo lo que cuenta García Márquez, la Mamá Grande con su péndulo..., pues yo ahora mismo le digo cuántos muchachos va a tener.
¿Usted cree en la magia?
Me sucede todo el rato. Una vez en Palenque, un asentamiento africano, organizamos un bullerengue: reunión de tambores, cantadoras, palmas y coros. El tambor se pasea anunciando que en la esquina de la casa de la Mamá Grande está todo preparado.
¿Usted era la Mamá Grande?
Así me dicen. Ese día dormí en casa de un gran tambolero, y cuando me acosté en la hamaca vi a un negro fornido, esperé a que entrara, vino hacia a mí..., y me atravesó.
¿Un espíritu?
Sí, al día siguiente me aclararon: "Es nuestro difunto tío". Gabo transmite las historias de la gente con su pluma mágica. Se trata de lo que uno ve pero no entiende, o que entiende pero no ve, tan real como eso.
¿A qué tipo de familia pertenece?
Mi papá es oscuro, mi mamá clara, su papá, mi abuelo, era músico, componía operetas y dirigía un teatrillo, pero se enamoró de quien no debía. En la época de la colonia si tú descendías de españoles, pertenecías a la primera categoría. Había cuatro.
Ya.
Pero había primera de primera, segunda de primera, tercera, cuarta de primera. Cuando un hombre de primera de primera se enamoraba de una indígena, pasaba a la cuarta de cuarta y entraban en la casa por la puerta falsa. Pero resulta que los de primera primera se murieron y ahora la casa es nuestra.
¿Y usted iba descalza por la calle?
No, porque mi papá era zapatero. Iba siempre bonita. Pero a los 8 años llegué a Bogotá y viví la violencia. Una queda marcada toda la vida cuando camina por encima de los muertos, aunque lleve zapatos bonitos.
¿Y qué ha entendido?
Que las desigualdades han ido progresando por las ganas de tener y de querer ser estrellas a cualquier precio.
¿Ha sufrido violencia?
Llovía en París, me guarecí en un bar, el dueño me sacó a empujones y me tiró al suelo; por ser oscura, presumo. Ami papá lo perseguían por ser liberal y tuvimos que vivir escondidos. Pero yo cada día doy gracias.
Por qué.
Por haber escogido de una manera intuitiva recuperar la música de nuestros ancestros, indígenas y negros.
¿Fue difícil?
Cuando empecé a salir al escenario con cinco hombres músicos me tildaron de promiscua. Defender la música tradicional - decían que ni existía-me convirtió en una guerrera. Con el tiempo eso me afectó a la garganta, me quedaba afónica de puro coraje.
...
Incluso tuve que buscar una antropóloga para librar mi batalla. Ahora la música popular se estudia en la universidad. A través de la música se pueden formar buenos ciudadanos; si uno ama su identidad, no es fácil comprarlo con unas zapatillas Nike.
IMA SANCHÍS, 12 de mayo de 2010 - LA CONTRA - LA VANGUARDIA
Soy atemporal, una niña que tiene 9 nietos y 3 hijos. Nací en Talaigua, en la isla de Mompós, de ahí mi nombre, y vivo en Bogotá y en el mundo. Mi política es la música, con ella represento a mi país. Creemos que dirigimos la vida, pero somos conducidos, no se ve pero se siente
Todo tiene su propia melodía, lo vemos en el hombre y también en el universo: no hay dos estrellas iguales.
Caray.
Usted es Dios y yo también. Somos partícula exacta de la creación.
¿En su familia hay chamanes, santeros?
En Talaigua hay personas que manejan la sabiduría de la cotidianidad, el respeto al Sol y la Luna, a los cuatro elementos y a la madre naturaleza.
¿Y?
Que ahí está todo, incluido el significado de nuestra estadía aquí en la Tierra. Parece que tuviéramos el libre albedrío, pero no existe, las leyes del equilibrio nos manejan. Cuando uno se levanta, se pregunta: "¿Quién soy?, ¿qué estoy haciendo aquí?".
¿Eso se pregunta por las mañanas?
¡Claro!, ¿usted no?
Así como quien se lava los dientes, no.
Pues responder a eso tiene que ver con tu esencia, la que transita de reencarnación en reencarnación.
Cuente, cuente…
Hace cuarenta años fui por primera vez a Francia y supe que ya conocía aquel país. Fui al monasterio al que iba Carlomagno. Reconocí cada peldaño de su escalera, supe que había estado allí como niña. En la parte alta oí unos coros cantando.
¿Y?
"¡Qué bien cantan los monjes!", dije, pero no había monjes cantando; o sí, y simplemente no podíamos verlos. Y todo esto no tiene nada que ver con el chamanismo, sino con la sensibilidad profunda, porque si uno quiere puede ser un Dios, y si se pone, puede sanar, sólo hay que quitarse la maleza.
¿Qué es eso?
El egoísmo, la mentira, los malos pensamientos; hay que ponerse armónico con el universo, y eso se ve en la cara. Pero en este momento en el mundo todos estamos enfermos por las ansias de tener, cuando en realidad todos somos ricos: tenemos la vida.
¿Y usted ha sanado a alguien?
¡Claro que sí!, con la música. Cuando canto en Estados Unidos o en Europa, muchos colombianos descubren que no son de aquí, que son de allá, de un lugar donde a las cuatro de la mañana el sol resplandece, donde escupes una semilla y nace una planta.
Pleno corazón del realismo mágico.
Donde yo nací somos anfibios, cuando crece el río Magdalena se levantan las casas con estacas y nos movemos con canoas. Todo lo que cuenta García Márquez, la Mamá Grande con su péndulo..., pues yo ahora mismo le digo cuántos muchachos va a tener.
¿Usted cree en la magia?
Me sucede todo el rato. Una vez en Palenque, un asentamiento africano, organizamos un bullerengue: reunión de tambores, cantadoras, palmas y coros. El tambor se pasea anunciando que en la esquina de la casa de la Mamá Grande está todo preparado.
¿Usted era la Mamá Grande?
Así me dicen. Ese día dormí en casa de un gran tambolero, y cuando me acosté en la hamaca vi a un negro fornido, esperé a que entrara, vino hacia a mí..., y me atravesó.
¿Un espíritu?
Sí, al día siguiente me aclararon: "Es nuestro difunto tío". Gabo transmite las historias de la gente con su pluma mágica. Se trata de lo que uno ve pero no entiende, o que entiende pero no ve, tan real como eso.
¿A qué tipo de familia pertenece?
Mi papá es oscuro, mi mamá clara, su papá, mi abuelo, era músico, componía operetas y dirigía un teatrillo, pero se enamoró de quien no debía. En la época de la colonia si tú descendías de españoles, pertenecías a la primera categoría. Había cuatro.
Ya.
Pero había primera de primera, segunda de primera, tercera, cuarta de primera. Cuando un hombre de primera de primera se enamoraba de una indígena, pasaba a la cuarta de cuarta y entraban en la casa por la puerta falsa. Pero resulta que los de primera primera se murieron y ahora la casa es nuestra.
¿Y usted iba descalza por la calle?
No, porque mi papá era zapatero. Iba siempre bonita. Pero a los 8 años llegué a Bogotá y viví la violencia. Una queda marcada toda la vida cuando camina por encima de los muertos, aunque lleve zapatos bonitos.
¿Y qué ha entendido?
Que las desigualdades han ido progresando por las ganas de tener y de querer ser estrellas a cualquier precio.
¿Ha sufrido violencia?
Llovía en París, me guarecí en un bar, el dueño me sacó a empujones y me tiró al suelo; por ser oscura, presumo. Ami papá lo perseguían por ser liberal y tuvimos que vivir escondidos. Pero yo cada día doy gracias.
Por qué.
Por haber escogido de una manera intuitiva recuperar la música de nuestros ancestros, indígenas y negros.
¿Fue difícil?
Cuando empecé a salir al escenario con cinco hombres músicos me tildaron de promiscua. Defender la música tradicional - decían que ni existía-me convirtió en una guerrera. Con el tiempo eso me afectó a la garganta, me quedaba afónica de puro coraje.
...
Incluso tuve que buscar una antropóloga para librar mi batalla. Ahora la música popular se estudia en la universidad. A través de la música se pueden formar buenos ciudadanos; si uno ama su identidad, no es fácil comprarlo con unas zapatillas Nike.