Joaquín Fuster, experto en neurociencia cognitiva, investigador y profesor en la UCLA
IMA SANCHÍS, 17 de abril de 2010 - LA CONTRA - LA VANGUARDIA
De la edad no me acuerdo, pero nací en Barcelona el último mes de 1929. Casado, 3 hijos y 6 nietos. ¿Política? La justicia. Dios nos trasciende, pero al mismo tiempo está en nosotros. Las religiones adoptan principios evolutivos básicos como el altruismo, la filiación y el amor.
Su apellido se asocia a bata blanca y cloroformo.
Cuatro generaciones de médicos, sí. "¡Voy a ser ingeniero!", proclamé harto de médicos, pero cogieron al diestro Manolete y en La Vanguardia explicaron todas las heridas, y me pareció irresistible.
Los genes.
Una vez terminada la carrera de Psiquiatría me fui a California con una beca a estudiar el cerebro. Mi padre, psiquiatra, con clínica propia, me dijo: "Vete, aquí (pleno franquismo) no hay nada que hacer".
Y fue uno de los primeros miembros del Instituto de Investigaciones Cerebrales de la UCLA.
Sí, hacía investigación y clínica, y todavía la hago como voluntario en una clínica de enfermos psiquiátricos de habla hispana.
¿Estamos más locos que nunca?
Estamos todos un poco trastornados, y sobre todo en tiempos críticos como los de ahora. ¿Sabe cuál es el problema?
¿Cuál?
La desconfianza, nadie se fía de nadie y por tanto la gente está crispada y los jóvenes tienen el futuro en entredicho. De ahí viene esta crisis, y es que la confianza es un atributo humano muy atávico, como la filiación.
Al final, todo se reducirá a una falta de amor.
¡Exactamente!, por eso san Agustín decía: "Ama y haz lo que quieras". Lo que he aprendido a lo largo de estos años es que cada ser humano es una parte íntegra de la sociedad, inseparable de los otros. Nuestra libertad existe -luego le explicaré por qué-, pero está ligada a la de los demás.
¿Sin confianza no hay evolución?
No, porque sin confianza no hay cohesión ni en la familia ni en el grupo.
Entonces algo hemos hecho mal por el camino...
Idealizar el yo. Somos una colección de egoístas codiciosos que no tenemos en cuenta las necesidades de los demás, entre las cuales las esenciales son el amor y la filiación. Entonces, en muchos sentidos, nos estamos suicidado evolutivamente. Y hay otra cosa.
¿...?
Estas virtudes evolutivas, la confianza y la cohesión del grupo, las aprovechan demagogos, políticos y tiranos para fines de grupos restringidos. Pero la sociedad occidental ha aprendido que la guerra ya no rinde; se ha hecho tan terrible que a la juventud ya no le interesa, y eso es algo nuevo y bueno.
¿Usted cree que el ser humano tiene memoria para no repetir los desastres?
De hecho, tenemos muchas memorias. La intuición, por ejemplo, es una forma de memoria inconsciente. La corazonada es un acto ejecutivo sin razonamiento lógico consciente, pero profundo y fundado.
¿Las hormonas superiores?
Exacto, que nos advierten lo que debemos hacer y no se equivocan; esto es memoria, es percepción inconsciente. Y también es la base de otra cosa: la sabiduría.
¿La sabiduría es inconsciente?
Sí, la sabiduría es también memoria, mucha de ella intuitiva y mucho más estable que las otras memorias. No te acuerdas de la fecha ni de la cara ni del nombre, pero sí de ciertos hechos fundamentales.
Entonces, ¿la sabiduría es de viejos?
Sí, la sabiduría se adquiere más y más con la edad mientras se van perdiendo las otras memorias más triviales.
Iba a hablarme de libertad, ¿recuerda?
Ja, ja, ja, sí, lo había olvidado. Me he pasado 45 años estudiando el órgano de la libertad: la corteza prefrontal, que nos permite elegir una cantidad ingente de fuentes de información para modelar nuestras acciones y construirlas de acuerdo con nuestra historia personal y la historia de la humanidad.
El 99% de nuestra percepción es inconsciente.
No sabemos conscientemente lo que vemos y hacemos, pero inconscientemente lo percibimos. No hacemos lo que no debemos hacer inconscientemente.
Entonces, ¿de qué libertad me habla?
Hay de 10.000 a 20.000 millones de neuronas en nuestra corteza cerebral, su capacidad combinatoria es prácticamente infinita, así que nuestras memorias, vidas e historia son todas distintas, la capacidad de elegir es inmensa.
¿Pero quién es el que elige?
Nuestra corteza cerebral; si quiere llamarle yo, puede hacerlo.
¿Pero y la conciencia del yo, eso que andan buscando todos los neurólogos?
Sí, como locos... Yo creo que no es la conciencia la que hace las cosas, es la corteza, y cuando la corteza trabaja duro somos conscientes de ello, pero insisto: la mayoría de nuestras acciones son inconscientes.
Entonces la inteligencia cognitiva no es nuestra gran aliada.
Nuestra gran aliada es la inteligencia emocional, con ella avanzamos. Pero la pretendida conciencia intelectual nos sube los humos y es un gran impedimento al altruismo, a la filantropía y a ser más felices.
¿Qué le ha sorprendido?
La capacidad prácticamente infinita del ser humano para superar la desgracia, adaptarse a ella, y la capacidad casi infinita del hombre y la mujer para diseñar el futuro, para imaginar lo que ha de ser; y para las dos cosas se necesita la inteligencia emocional, que es el entusiasmo. Sin entusiasmo, no hay ciencia ni avance posible.